Dos cafés
una chica y un chico se besan por encima de la mesa en un café,
los dos se levantan de sus sillas,
intentan abrazarse,
se apresuran con el beso porque en la cafetería
no pueden besarse durante mucho tiempo,
las tazas de café sobre la mesa están inmóviles,
como si montaran guardia velando por el beso, velando por el amor,
ahí en la cafetería,
las tazas ni siquiera al ser ligeramente movidas dejan caer
una gota,
dos oscuros, húmedos elementos
con sus duras y fuertes ropas de porcelana,
repentinamente inmovilizados por la admiración,
sin poder dejar de mirar a la pareja besándose
como si se tratara de figuras de santos
de una desconocida y no normativizada religión del amor
De La furia del instinto
9 de diciembre de 2011
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3 comentarios:
Aunque no tiene nada que ver en la forma, me recuerda un poco a inventario de lugar propicios para el maor de Ángel González.
Tienes razón, no tiene nada que ver, pero entiendo que te lo recuerde; he releeído el poema de Ángel González y también a mí me ha parecido que compartían algo. Gracias por hacerme volver a Ángel.
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