poema que ya no significa nada
un balcón, esta vez en el undécimo piso.
desde esa altura el parque infantil recuerda claramente
una maceta. sembrados en un paseo vespertino
los niños juegan con un pájaro muerto.
todo está determinado: las condiciones del alquiler de la habitación,
catorce metros cuadrados,
yo, ella, un viejo quinqué, misterioso,
un gusto metálico en la boca.
a mis espaldas duerme una mujer.
por la mañana, en el mismo balcón, el mismo sol
clavó en su espalda el regalo del fuego.
ahora siento. lenta y suavemente resuena,
se duplica. se multiplica, giro la cabeza.
los huesos revientan al viento.
4 de mayo de 2012
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1 comentario:
Bravo!
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