Dedicatoria
La oscura arruga del río talla
la llanura que se extiende desde aquí
hasta el lugar en el que, como un panal quemado,
se consume la ciudad; el viento peina
las calles desiertas. De quién es la navaja
que afeita sus nucas, de quién la que afeita
sus cuellos. Diente de perro, la luna, se apaga.
El mundo oscurece: laten las sienes
del condenado. Ahora empezará a nevar,
la nieve cubrirá sus rostros. Él conocerá el lago
salado de su vientre, el patíbulo
de sus pechos. Antes de que la nieve se apague.
28 de abril de 2009
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2 comentarios:
¡Qué bellas metáforas tiene este poema! ¿No rezuma un ligero aire lorquiano?
Saludos.
Quizá sí haya algo de eso, aunque no sé si no resulta un poco más duro.
Abrazos,
Abel
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