30 de diciembre de 2010

Incadescencias terrenalmente celestes

Irit Amiel (1931)

Hay poemas que uno traduce pensando en otras personas y en otros mundos. Es el caso de No llegué a tiempo de Irit Amiel, poeta de la que me habla Tomasz Brozowski en su librería-café Czuly barbarzynca y donde compro un libro publicado en 2002 por la editorial swiat literacki (también de Tomasz). No llegué a tiempo es el poema que abre el libro, respirar hondo, y en cuanto lo leo me viene a la mente uno de los poemas de Paca Aguirre que más me han impresionado, y de la mano de Paca llega Félix y nuestro viaje a Auschwitz, y después llega Guadalupe y nuestras conversaciones. Pero al mismo tiempo, cuando leo la nota biográfica de Irit Amiel, me viene a la mente Gerardo -Gerardo Beltrán- ese complementario mío sin el que es difícil imaginar gran parte de mi pasado, el presente y seguramente -ojalá- el futuro, y con quien tantas veces hemos intentando y seguimos intentando contribuir -acompañados en estos últimos tiempos en varias ocasiones por Xavier Farré- a dar cuerpo en español a la poesía polaca. Y casi sin querer, la imaginación vuela al cracoviano barrio judío de Kazimierz y a lo que fue y a lo que no volverá a ser...

No llegué a tiempo

No llegué a tiempo a Treblinka
llegué cincuenta años tarde
los árboles se erguían desnudos era otoño
Quise salir huyendo inmediatamente porque como
parte del atrezzo había allí un tren oxidado
y el bosque susurraba en silencio.
Todo bello gris tranquilo vacío
y sólo el viento acariciaba la tierra los árboles
las piedras nos acariciaba a nosotros
y apagaba nuestra vela
una y otra vez

Y Dita dijo: ves, menos mal que no llegaste a tiempo,
y ahora eres mi vieja mamá y me abrazó con fuerza
y echó a reír tristemente.

De respirar hondo