Primeras horas de una tarde de abril, voy en el tranvía detrás de una pareja de viejecitos
sólo veo el triángulo dolorido de sus espaldas
encogidos escuchan el acordeón del tranvía
con manos débiles le dan dos zlotys al músico.
El espacio entre ellos se convirtió hace tiempo en otra cosa, algo mejor –lo veo-
la gente de la calle, de millones de calles, no es capaz de nada malo
ninguno de ellos será capaz.
Qué suerte, bajamos – nosotros
a pleno sol, con el verde fulgurante de los setos.
Sopla un meridional viento de abril.
Tengo los ojos cegados; lo sé, no entenderé
nada más.
De Animales feos
21 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario