El colchón
Papá nos lo hinchaba todos los veranos.
Tiene treinta años, quizá algunos más.
De entre sus pliegues todavía sigue cayendo arena.
En sus cavidades sigue respirando el aire de sus pulmones.
Mientras no lo tire, mientras no lo destrocen las ratas,
mi padre podrá ir a la playa.
Envase de la tos.
Reliquiario para los tapones de avellano.
Recuerdo orgánico.
Bálsamo de aliento despreocupado.
Eterno descanso.
Fuelle de la resurrección.
De Antes de llegar a la calle Piękna
5 de enero de 2009
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2 comentarios:
"Mientras no lo tire, (...)
mi padre podrá ir a la playa".
¡Cuánto pueden llegar a significar las cosas, los objetos!
Ese colchón de agua contiene, entremezcladas, ambas respiraciones: la del padre y la del hijo, como si su cometido fuera precisamente ése: mantenerlas unidas, al menos mientras dure su precaria existencia de objeto... O la suya propia.
Un abrazo
A mí me impresionó ese silencioso valor, ese callado poder de los objetos.
Besos,
Abel
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