Es de todo el mundo sabido que Wisława Szymborska huye de las entrevistas y evita hablar sobre literatura -aunque no siempre haya sido así; pero sobre ese tema, en otro momento-. Quizá por ello cuando en 2006 la editorial a5 publicó la antología de Artur Międzyrzecki bajo el título Wiersze 1946- 1996 (Poemas 1946- 1996) como primer volumen de una nueva serie -Poesía viva-, pocos imaginaban que la selección y el prólogo pudieran ser obra de la Premio Nobel polaca. La sorpresa era tanto mayor cuando al final del libro leíamos que la idea de la serie había surgido algo más de dos años antes en una conversación de los editores (léase del importante poeta polaco, Ryszard Krynicki) con Szymborska y que la serie nacía para recordar los poemas de poetas cercanos, que habían fallecido, y salvarlos así del olvido. Poesía viva, de la mano de Wisława Szymborska, quería salir al paso de una creciente y generalizada indiferencia, y de un desconocimiento que llevaban a la desaparición.
No tengo el don de escribir sobre poesía. A veces, si acaso, hablo de poesía entre amigos, cuando un poema o un libro de poemas me parece importante por algún motivo. Pero incluso en esos casos empiezo y acabo con un par de frases. ¿Cómo? ¿Que no lo habéis leído aún? Pues lo tenéis que leer sin falta, vale la pena. Es lo mismo que tengo ganas de hacer en estos momentos, y añadir un gran signo de admiración, pero qué le vamos a hacer, siento que tengo que añadir algo más.
Trabajar en la selección de poemas de Artur Międzyrzecki ha sido para mí un placer que se ha visto acompañado permanentemente por la sorpresa. El poeta, muerto hace diez años, ha dejado una obra de casi cincuenta años, por lo tanto no habría sido extraño que la mayoría de sus poemas se hubiera enfriado ya en la dignidad histórico literaria. Pero no ha sido así. Sus poemas dan la sensación de haber sido escritos apenas ayer y ser necesarios mañana.
Aprecio esta poesía por la permanente presencia de una estoica valentía, me encanta su melancólico humor y admiro esa ágil imaginación, se puede comparar con un calidoscopio de infinitos cristales. Cada giro, por mínimo que sea, del mágico tubo da un nuevo modelo, un nuevo poema.
Artur. Lo leía todo el tiempo, lo veía raras veces. En una ocasión le dije que si hubiera tenido un hermano, me habría gustado que fuera como él. Empezó a reírse y me pregunto porqué. Primero, –le respondí- porque sería un hermano en el que se puede confiar. Y segundo, porque podría ir por la calle inflada como un pavo real por ser la hermana de un poeta tan bueno.
Wisława Szymborska
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