9 de mayo de 2010

Jarosław Mikołajewski V

Tras varios días sin acceso a internet en casa y con un sinfín de obligaciones, encuentro una conexión ocasional y un hueco en el tiempo para regresar al blog. Continúo con algunos de los poemas de Mikołajewski presentados en Madrid, aunque las traducciones han sufrido ya alguna que otra variación.

Ataúd de papel

aquel sueño fue la absolución
por haber pisado la convalaria

me liberó
en la cruz miserable como un perro

había muerto mi padre y yo era tan pobre
que no tenía ni para su ataúd

tuve que ahorrar hasta con los enterradores

agarré un viejo cartón de la revista mural que hicimos
treinta años atrás en el colegio

dibujé un esqueleto
es decir la base

como nos habían enseñado

después los bordes
y los huecos que había que untar con cola

los recorté con unas tijeras para niños de las de papel
los doblé
y los cubrí con goma arábiga

con la parte más pequeña del papel hice una tapa

como si fuera una caja

los bordes
los huecos
las tijeras y la goma

no recuerdo
cómo lo metí dentro

quizá aquello fuera demasiado absurdo como para un sueño
que había llegado para liberarme

en todo caso
pese a los peores temores
la tapa se cerraba herméticamente
y quedaba firme en su superficie

como he dicho
no había dinero para los enterradores
así que el trayecto de casa a la capilla
agarré el ataúd en los brazos

“¿puedes?”

“puedo no te preocupes mamá”

lo levanté
era ligero como el ataúd de un niño

estaba en estado de gracia
porque aunque el papel era fino
el ataúd se mantenía tieso

me puse en camino
el parque ujazdowski
la casa del partido
la calle nowy swiat

los dedos se me entumecían con el frío
pero aguanté sin pasarlo de un brazo a otro
y sin pedir ayuda

no respondí a los saludos de la gente
seguro que ahora creen que soy un capullo

no me avergonzaba de la pobreza
no creía que menoscabara el entierro

la tenía tan sólo por una fuente de incomodidades

en la capilla los enterradores
que antes decían
que sin tres talegos ni hablar
se pusieron a llorar
cuando me vieron
intentando meterme con el ataúd
en el estrecho hueco de la puerta giratoria

pusieron en marcha un mecanismo que no se veía
movieron las hojas
y salieron a mi encuentro

por primera vez dejé de mirarlos como a cuervos
que llegaban aleteando para separarme del cuerpo

por primera vez sentí un simple agradecimiento
por aliviarme

puse el ataúd de papel en sus manos
mi columna vertebral creció como un árbol joven y le brotaron hojas

por primera vez en mi vida
tuve un sueño sin remordimientos

por primera vez al entregar el peso
no me sentí más pesado sino más ligero

por primera vez sentí
que era un niño que tenía todo por delante

a sus muertos enterrados
un cielo sorprendido
y gente de mi parte en la tierra

De las no sé cuánto de la mañana

2 comentarios:

Hutch dijo...

Extraño y perturbador poema. He tenido que buscar el significado de convalaria. Saludos.

Abel Murcia abelams77@gmail.com dijo...

Prefiero convalaria a muguete, quizá también porque resulta mucho más cercana de la palabra polaca, pero sobre todo por su sonoridad. En cuanto al poema, tan extraño y perturbador como extraños y perturbardores pueden ser los sueños, ¿no crees?
Abrazos,

Abel